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Nunca más te haré volar para que dejes de temer una caída imposible.
Sentirme no podrás, porqué ya no soy.
Solo en el largo pasillo de la rutina notaras mi presencia.
Cuyo recuerdo borraras a cualquier precio.
No podrás.
No existo, lo sé.
No importo, lo sé.
No soy nadie, lo sé.
Yo me pongo fin.
Con el arma que me diste para que me defendiera.
Con esa bala que me hacía invencible.
Con la misma fuerza que me prometiste para vivir, hundo el gatillo.
Para que tu bala, abierta en su extremo, me estalle dentro de una cabeza que nunca usé para quererte.
Solo espero que allí donde vaya, encuentre tu alma. Ahogada con las manos del conformismo, con la fuerza de la culpabilidad y con las lágrimas incontrolables de saber que te has equivocado.